Hoy aprovecho esa palabra “irrisofónica” (concepto que no existe, pero que lo propondré a la Real Academia Española cuando me den un asiento) para ofreceros un post lleno de cosas, de temas distintos. Hoy, más que escribir, voy a vomitar la entrada.
Lo primero es que anoche, cuando ya abandonaba mi “cuartel general” (tradúzcase como “la casa en la que escribo, con dos baños, un sofá, una tele, un reproductor de DVD, una mesa, un ordenador con Internet, un sillón de escritorio de Ikea y un montón de basura, botellas de agua vacías y telas de araña”) me llamaron por teléfono para una actuación. Me encanta que me llamen por teléfono y me ofrezcan actuaciones. Más que nada, porque para mí eso significa “trabajo”. Y porque me lo paso muy bien trabajando en los bares con el espectáculo de monólogos.
Es un sitio en el que ya estuve el año pasado y un hombre me dijo lo más bonito que le pueden decir a un cómico. En el descanso entre la primera y la segunda parte, me acerqué a la barra para pedir y el individuo vino y me dijo: “¿Sabes? He venido al bar y estaba chungo. Por problemas personales y un montón de cosas que no voy a entrar a contarte, llevo todo el día dándole vueltas a la cabeza. Y viendo tu actuación ha sido el único momento del día en el que me he reído y se me han olvidado todos los problemas que tengo. Gracias, tío”. Esto fue en Utrera, en un local llamado La Antigua, que el jueves de la semana que viene me acoge de nuevo en su escenario.
Pero no es la única actuación. Mañana jueves actuaré en “Azul Terraza”, un local en Málaga, en la zona del Martín Carpena. Y al día siguiente me voy para Sevilla para ver qué le parece a los señores de Paramount Comedy lo último que he escrito. También me lo paso teta cada vez que voy a Garufa. Podéis encontrar, rebuscando en este mismo blog, entradas escritas hace años sobre lo bien que me lo paso con esa panda de cómicos-amigos sevillanos.
Esto de las actuaciones tiene su parte buena, y su parte buena. La parte buena es que me ayudan a subsistir económicamente, a pesar de que no me quejo por las facturas (de momento). Me gustaría dar un agradecimiento especial en este punto de la entrada a papá y a mamá. Que como bien sabéis, no dicen abiertamente que soy cómico. Pero aún no me han echado de casa. Hace tres o cuatro años, yo no hubiera pensado que podría llegar hasta este punto.
La otra parte buena es que, al acumular actuaciones, me “obligan” a escribir material nuevo. Porque todos sabemos que Alejandro Sanz puede seguir cantando “Y si fuera ella” y lo acogerán con vítores y aplausos. Pero si yo hago la misma hora de espectáculo en el mismo sitio, dos años seguidos, no serán vítores y aplausos lo que reciba. Os lo aseguro.
Después, ayer publiqué en Twitter lo que podéis leer aquí, a vuestra derecha. Eso de que “si no eres capaz de escribir tres minutos buenos, no eres capaz de escribir noventa minutos buenos”. Ahora me estoy refiriendo a guión de ficción, claro está. Y es una frase que ya he oído en varias ocasiones. La primera, cuando estudiaba en Madrid. La segunda, hace muy poquito en boca de un productor malagueño. Y no pueden tener más razón. Así que en eso estamos también, intentando escribir tres folios buenos y “rodables” para demostrar mi valía sobre el teclado. Dice David Seltzer, guionista de Revelations, que “si usted no se está proponiendo escribir algo nunca antes escrito, entonces le está haciendo perder el tiempo a todos”. Últimamente estoy en plan recolector de frases de guionistas, como podéis comprobar. Y creo que es absolutamente cierto. Si cada gag que escribo y ensayo, o cada folio de los guiones cortos que estoy escribiendo, no lo hago intentando que sea lo mejor que se ha escrito en la historia de la humanidad, estoy estafando tanto a los que me contratan como a mí mismo. Nunca he sido un tío ambicioso, pero creo que esto tiene más que ver con la profesionalidad que con la ambición.
El señor Seltzer.
Y por último, algo que he descubierto hace poco. Ayer por la tarde leí en el blog de La Guionista Famélica (también a vuestra derecha) una entrada sobre Buried. Y por la noche, vi a su director, Rodrigo Cortés, en Buenafuente. Pronto me acordé de Rodrigo. No es que lo conozca personalmente, pero sí que he visto cosas suyas. Concretamente Los 150 metros de Callao. Que ustedes lo disfruten.